Este otoño continúa la lucha contra el Covid-19, lo que supone un drástico cambio en nuestros hábitos. En general pasamos más tiempo en nuestras casas para evitar contagios, reducimos nuestros viajes y actividades de ocio en el exterior. Además, muchos puestos de trabajo se han mantenido mediante el teletrabajo.
Y si alguien presenta síntomas compatibles con el coronavirus o ha tenido contacto estrecho con una persona de serología positiva, deberá aislarse en casa hasta poder hacernos una PCR y obtener resultado negativo.
Todos estos factores han aumentado la presencia simultánea de más personas en el edificio comunitario, lo que también ha provocado un aumento de rencillas vecinales, según han notado los administradores de fincas. Esta situación se agrava especialmente en aquellas discusiones relacionadas con el ruido y con algún vecino intolerante.
Un país ruidoso y un parque de viviendas con mal aislamiento acústico
España es el segundo país más ruidoso del mundo, solo superado por Japón. Los españoles solemos estar expuestos a más de 65 decibelios, cuando lo recomendable es una cantidad muy inferior.
A pesar del considerable nivel de ruido en nuestro país, el 80% de las viviendas no cuentan con un aislamiento acústico adecuado.
No se empezaron a implantar criterios acústicos en la construcción de viviendas hasta 2009 cuando entró en vigor el Documento Básico de Protección Frente al Ruido, por lo que sólo cumplen con estos criterios las viviendas construidas o rehabilitadas desde ese año.
Sabiendo esto, y a pesar de que la contaminación acústica pueda ser nociva para la salud - produciendo irritabilidad, estrés, insomnio, problemas auditivos y de atención - debemos considerar si parte del nivel de ruido pudiese no ser consecuencia de una conducta irrespetuosa por parte de los vecinos sino de aislamiento acústico deficiente.
¿Supera el llanto de un bebé los decibelios permitidos?
Los límites del ruido en las Comunidades de Propietarios se rigen por la Ley de Propiedad Horizontal, el código técnico de edificación y las Ordenanzas municipales de Protección del Medio Ambiente Urbano.
Según estas normativas, los límites del ruido se encuentran entre los 55 decibelios durante el día y los 45 decibelios por la noche.
La respuesta a esta pregunta depende de la edad del niño y la intensidad del llanto, pero, en general, el llanto de un bebé superaría los decibelios permitidos con creces, aunque también lo harían otros elementos cotidianos como un secador de pelo o una batidora.
Entonces… ¿pueden los vecinos denunciar por el llanto de un bebé?
Muchos de los ruidos que hacen nuestros vecinos, como el arrastrar los muebles o el caminar con zapatos de tacón por casa, se pueden denunciar incluso si no superan los decibelios permitidos pero se demuestra que estos son continuos.
Sin embargo se entiende que aunque el llanto de un bebé supere esos decibelios, este ruido no sería producto de una negligencia por parte de los padres (excepto si es probado que se despreocupan de los cuidados del menor). Otra cuestión aparte serán ruidos de pasos, juguetes cayendo, cantos, o gritos de un niño.
En ese caso según dicta el artículo 1903 del código civil, el daño que cause el menor será responsabilidad de sus padres o tutores a su cargo, y existe jurisprudencia de familias condenadas a indemnizar a sus vecinos. Aunque sólo ha ocurrido en casos en los que los padres consienten la situación sin hacer nada al respecto.
Vecinos intolerantes y niños ruidosos
No escuchar música durante ciertas franjas horarias, bajar el volumen al televisor, no utilizar los electrodomésticos más ruidosos como la lavadora o el secador durante la noche, no comunicarse a voces con otros miembros de la familia desde distintas habitaciones...son conductas que cualquier adulto puede modificar en aras de una buena convivencia
Sin embargo algunos ruidos provocados por los más pequeños de la familia, como paseos del niño, impaciente por el confinamiento, por el pasillo de casa, una rabieta, o el llanto nocturno de un bebé con algún malestar físico, son más difíciles de controlar, por lo que los padres que sufren quejas reiteradas por parte de un vecino intolerante pueden llegar a sufrir impotencia y ansiedad.
Cómo puedo reducir el ruido que mis hijos hacen en casa
Existen algunas cosas que podemos hacer para que el ruido que hacen nuestros hijos no moleste a los vecinos. Soluciones que no conllevan una gran y costosa reforma en la vivienda y que, además, evitarán conflictos con un vecino intolerante. Os damos algunos ejemplos:
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Cubrir con alfombras o moquetas las habitaciones donde duermen o juegan los niños logrará amortiguar el ruido que oye el vecino de abajo.
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Colocar topes en las puertas o cajones para evitar portazos, o incluso en algunos muebles como la mesa, para evitar que arrastre.
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Si hay algún juguete que sea especialmente ruidoso considera retirarlo hasta que tus hijos sean algo mayores y lo utilicen de un modo más responsable.
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Educar a los pequeños en el respeto a los vecinos y establecer unas horas de descanso en las que no hagan ruido. Podemos acostarlos antes por la noche y procurar que duerman la siesta, o emplear esas horas en que realicen actividades más tranquilas como pintar, leer un cuento o ver dibujos animados.
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Si ya has probado todo esto, y realmente las quejas del vecino intolerante son incompatibles con que los niños tengan sus tiempos de maduración, jueguen y disfruten de su infancia en casa habrá que hablar con el vecino que suele quejarse e intentar llegar a un acuerdo.
Cómo puedo llegar a un acuerdo con el vecino intolerante
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Si nos encontramos en una situación inusualmente ruidosa, como que nuestro bebé padezca una dolencia que le haga llorar por la noche, o tenemos planeado celebrar la fiesta de cumpleaños de nuestro hijo con sus amigos en casa, tomar la iniciativa e ir a hablar con nuestros vecinos más próximos para explicarles la situación, hará que estos se encuentren más comprensivos y podrá evitar quejas.
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Intentar comprender las necesidades del vecino que se queja reiteradamente, tal vez su necesidad de un entorno silencioso rea razonable por las circunstancias Quizás se vea obligado a teletrabajar en casa, o sus turnos de trabajo, por ejemplo las guardias en urgencias sanitarias, le obliguen a dormir durante el día, o tal vez padezca una enfermedad que le haga necesitar tranquilidad y reposo, en estos casos podremos adaptarnos a sus horarios.
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En la conversación hagámosles ver que hay ruidos que podremos evitar y otros que no, podremos controlar el ruido de carreras, juguetes... pero, aunque seamos los principales interesados, no podemos impedir que nuestro hijo llore.
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Si a pesar de todo esto la actitud de nuestro vecino sigue siendo intolerante y previsiblemente no va a cambiar ya que las rencillas vienen de atrás, se puede acudir a una tercera persona para mediar entre ambas partes, esta persona puede ser un vecino con el que las dos partes tengan buena relación, el presidente de la comunidad o el administrador de fincas, o pedir un proceso de mediación vecinal.
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También debemos conocer y hacer respetar nuestros derechos (y los de los niños), si un vecino intolerante, en vez de quejarse de forma civilizada, se dedica a llamar a nuestra puerta de madrugada, pasarnos notas por debajo de la puerta, golpear las paredes o el techo reiteradamente o vandalizar nuestras propiedades como felpudo y buzón, estaremos sufriendo un caso de blocking o acoso vecinal.
Además, contar con sistemas de videovigilancia en los rellanos o ascensores será un método disuasorio que hará que el vecino intolerante con los niños no exprese su indignación a través de notas pasivo-agresivas por debajo de la puerta o en el ascensor, por sentir vergüenza, y desde luego cortará de raíz la posibilidad de ejercer pequeños actos vandálicos como robo de correspondencia o del felpudo como represalia contra la familia ruidosa.
La necesidad de resolver estos roces vecinales cara a cara dará lugar a un diálogo más constructivo, en el que ambas partes puedan conocer el punto de vista del otro y ponerse en su lugar, favoreciendo el ceder y encontrar soluciones intermedias.