Implementar medidas de seguridad pasiva en comunidades de vecinos es una opción a considerar. En muchos casos, los ladrones planifican sus acciones para evitar los sistemas que ya se han instalado. El motivo es que pueden ver a simple vista una cámara o entender que determinadas puertas cuentan con métodos de cierre sofisticados. Pero ¿qué ocurre cuando no detectan las contramedidas?
¿En qué consiste la seguridad pasiva en comunidades?
La seguridad pasiva hace referencia a las medidas de protección que no requieren una acción directa o constante para que funcionen. Ellas mismas actúan como barreras disuasorias o de refuerzo frente a las posibles amenazas. Su objetivo es minimizar los riesgos y dificultar que se produzca un acceso no autorizado a unas instalaciones, en este caso, las de la comunidad de vecinos.
Entre las diferentes medidas que podemos encontrar, están las cercas perimetrales, que son bien conocidas y muy usadas para proteger un recinto. También destaca la iluminación, en especial la que se ubica en zonas secundarias, o los espejos de seguridad en garajes. La función de estos es eliminar los puntos ciegos que podrían aprovechar los ladrones para infiltrarse.
Además, una de las medidas que más desapercibida pasa es el propio diseño antiintrusión. Los espacios abiertos, las entradas visibles y la ausencia de potenciales escondites contribuyen a reducir las vulnerabilidades. Así, un ladrón que quiera actuar no tendrá muchas opciones a la hora de llevar a cabo sus fechorías. Si comete un error, será muy sencillo detectarlo.
Eso sí, para que la seguridad pasiva sea efectiva, debe integrarse dentro de un plan global que contemple revisiones periódicas, mantenimiento de los sistemas instalados y, cuando sea necesario, la modernización de los dispositivos. De esta manera, las comunidades garantizan un entorno más seguro y protegido para todos sus residentes.
¿Cómo afectan a un ladrón?
Las medidas pasivas de seguridad afectan a los ladrones de diversas formas. Una de las más importantes que debemos conocer es la disuasión psicológica. Cuando los delincuentes descubren a lo que van a tener que enfrentarse, deciden no correr los riesgos que la comunidad impone. Saben que un pequeño error será suficiente para acabar con su carrera, lo que hace que la posible recompensa no merezca la pena.
A lo anterior hay que unir el estrés. La iluminación perimetral y en áreas estratégicas, por ejemplo, elimina puntos de ocultamiento, lo que incrementa la sensación de exposición. Del mismo modo, las señales de advertencia sobre videovigilancia y control de accesos refuerzan el miedo a ser identificado y capturado. Por tanto, el ladrón se sentirá tan abrumado que desistirá antes incluso de empezar el asalto.
Asimismo, se aumenta el tiempo de ejecución del robo, un factor clave para cualquier criminal. Cuanto más tarde el ladrón en cometer sus fechorías, mayor es la probabilidad de que acabe descubierto. Tendrá que emplear unos minutos demasiado valiosos en dar cada paso para llegar a su objetivo, algo que le hará tardar mucho tiempo y que, eventualmente, alguien le vea o que una cámara lo detecte.
Las barreras invisibles también generan efectos, ya que incrementan la incertidumbre. Un buen ejemplo es la arquitectura. A un ladrón que se adentra en una comunidad de vecinos con espacios abiertos y sin huecos, le será muy complicado avanzar. No dispone de una escapatoria clara y pueden verle con facilidad. Así que, para no correr riesgos innecesarios, se irá.
Seguridad pasiva en comunidades
Con una buena seguridad pasiva en comunidades, contamos con un refuerzo a los sistemas que ya hayamos instalado. Los ladrones se enfrentarán a obstáculos cuyo impacto será notable, aunque pasen desapercibidos.
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