Una estrategia de disuasión contra el vandalismo es muy efectiva. Cuando se diseña sin dejar ningún fleco suelto, los vándalos acaban por sufrir una serie de consecuencias que no se esperan. Piensan que se lo pasarán bien destrozando mobiliario o dejando alguna pintada, pero su fiesta no dura mucho si una comunidad de vecinos se prepara a fondo.
Una noche de diversión
El chaval, de nombre Mario, había escudriñado los edificios de la comunidad en silencio. Amparado por la oscuridad, se ajustó la capucha de su sudadera y sacó un spray de una mochila: había encontrado el lienzo perfecto. El muro trasero del aparcamiento era completamente liso y no tenía ninguna ventana. Allí pretendía dejar su marca, una que sorprendería a los vecinos al día siguiente.
Avanzaba agazapado mientras pasaba de una sombra a otra, sin parar de evaluar el terreno. No dejaba de sorprenderle la comunidad, que parecía ser obra de alguien que odiaba a los grafiteros o de uno que había dejado los botes por resentimiento al gremio. El mobiliario antivandálico soportaba sus ataques, al menos los golpes que propinaba con su palanqueta, y las farolas LED le hacían sentir como si estuviera en un estadio. Pero él quería dejar su impronta en aquel muro porque era perfecto.
Con cada paso, no deja de tener la sensación de que alguien o algo le vigilaba. La presión iba creciendo y al poco se encontró un cartel que avisaba de la existencia de cámaras estratégicas. No dudó en hacer una mueca a una de ellas, pues no le importaban lo más mínimo. Para eso llevaba la sudadera.
Una vez alcanzó su objetivo, al fin, agarró el bote y lo apuntó contra la pared. La luz no le hacía destacar, así que sería un golpe rápido. Presionó la válvula y escuchó un sonido que no esperaba, el de un chorro en vez del spray. Sorprendido, en cuestión de segundos acabó empapado por un aspersor oculto que se activó al acercarse. No dudó en maldecir para sus adentros.
Cuando una comunidad de vecinos está preparada
Mario, aún sorprendido, se giró, dio unos pasos y tropezó cayendo al suelo empapado. La lata que sostenía resbaló de sus manos haciendo ruido. Se levantó apresurado y chocó con una papelera que no se movió ni un milímetro ante el choque. Volvió a maldecir y a acordarse del diseñador de aquel lugar. Si seguía así le iba a escuchar todo el mundo, algo que podría pagar caro.
Y en ese momento fue cuando escuchó los ladridos de un perro. No muy lejos pudo ver una silueta acercarse con el can atado a una cuerda y con una linterna en la mano. Seguro que se trataba de uno de seguridad, pensaba el chico, que empezó a correr para volver a la calle. Tan solo quería divertirse, pero tendría que hacerlo en otra comunidad de vecinos.
De hecho, no paró de correr hasta que estuvo a unas calles de distancia de los edificios. Allí se detuvo y se acordó de su pequeña aventura. Con tal protección, sería mejor que no se volviera a acercar por allí. No merecía la pena. La ciudad estaba repleta de lugares más seguros para él, sitios donde podría desplegar su arte sin miedo a que un aspersor le dejara en ridículo.
Estrategia de disuasión contra el vandalismo
Una estrategia de disuasión contra el vandalismo debe conseguir la prevención de grafitis. Además, si se usa un mobiliario antivandálico e iluminación disuasoria, evitaremos que personas como Mario causen daños en la comunidad.
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