Una de las situaciones en las que se producen más conflictos habitualmente, es en las reuniones de Juntas de Propietarios.
Es cierto que vivir en una comunidad de propietarios no es fácil. Cada vecino tiene sus propios intereses, formas de ser, interpretaciones sobre derechos, choques de convivencia, costumbres, problemas económicos etc. por lo que cuando acuden a la junta de propietarios, normalmente cada vecino va con la intención de que le arreglen su problema (tenga o no tenga derecho).
¿Qué es lo que observamos que ocurre? En primer lugar un factor fundamental es la actitud y cómo ésta afecta a la relación con los demás.
Normalmente, se acude con una actitud negativa o simplemente las personas llevan su carga de problemas acumulados durante el día o alguno que lleva arrastrando más tiempo, por lo que vienen en un estado emocional de alteración, máxime si en la convocatoria se anuncia la posibilidad de una derrama para reparar etc.
En MRC Training que venimos entrenando directivos y comerciales desde hace más de 27 años, utilizamos una palabra para nombrar esa situación: es “el mono”. ¿Qué es el mono?, Responde a esa parte emocional que todos tenemos y que en un momento salta sin control y puede ser agresivo, puede reaccionar paralizado (no habla) o simplemente se pone a la defensiva o huye.
Entender esto simplemente hace que cuando encontramos una reacción emocional no entremos a intentar convencer o argumentar con el otro, porque en ese momento es un mono y todo el mundo entiende que el mono no razona, no negocia etc. por lo que habrá que hacer algo para que esta persona pase de esa parte emocional a la racional y a partir de ése momento nos podremos comunicar.
En segundo lugar, tenemos que saber que no todas las personas tenemos los mismos estilos de comunicación ni de motivación. Hay personas que su comunicación es pasiva (hablan poco, despacio, gesticulan y expresan pocas emociones), mientras que hay otras personas más extrovertidas en la comunicación: hablan mucho, su tono es más elevado, gesticulan y exteriorizan más sus emociones.
Y en cuanto a la motivación, hay personas que están más orientadas a la acción, a resultados, a que se hagan las cosas cuanto antes, mientras que existen otras personas que lo que les motiva especialmente es llevarse bien con los demás por lo que rehúyen el conflicto.
La clave para evitar los conflictos estaría primero en observar cómo está nuestro interlocutor (para comprobar que no es su mono), y a continuación comunicarme con él utilizando su estilo de comunicación, es decir, adaptándome, o bien mostrándome más activo o más pasivo y orientando dicha comunicación hacia la tarea o hacia las relaciones personales. Con ello, lo que vamos a conseguir es minimizar los conflictos, dado que la otra persona se sentirá que me importa, se sentirá escuchada.
Si no utilizo este camino, lo que conseguiré es que a mi interlocutor le salga su “mono” y en este caso es mucho más complejo manejarlo. Nosotros entrenamos a “Cómo tratar a la Gente Difícil”; un taller en el que además de descubrir lo tratado anteriormente, sacamos dando nombre a las distintas manifestaciones de “monos” que hemos detectado, de tal forma que al descubrir uno ya lo tenemos identificado y trataremos de no perder el tiempo.
También, damos técnicas para tratar a cada uno de ellos. Los denomino para ver si los reconocéis, en la comunidad, en el entorno familiar o en el trabajo y sobre todo tomar consciencia de la cantidad de energía que consumimos por no llegar a soluciones rápidas simplemente por no entendernos.
Entre las diferentes personalidades “difíciles”, encontramos: los tanques, los francotiradores, los sabelotodo, los granadas, los enteradillos, los negativos, los quejicas, los que no existen, los que dicen a todo que sí y los dubitativos.
Seguro que los conocéis, seguro que os habéis encontrado con cada uno de estos perfiles en una junta de propietarios e incluso, es muy posible que os sintáis identificados con alguno en vuestro propio comportamiento.
Y por último, al entender que son estados emocionales, debemos tratar de verlos y tratarlos cuando manifiesten ese comportamiento impulsivo y no etiquetarle en cualquier situación, dado que no siempre actúan como “monos”.