Un buen control de accesos en comunidades es una defensa considerable. Cuando el sistema se diseña a conciencia, la prevención de robos será efectiva y el ladrón estará en problemas. Este tendrá que enfrentarse a una serie de obstáculos que le impedirán salir triunfante. Al final tan solo podrá sentir una cosa antes de que lleguen las fuerzas del orden: desesperación.
Parecía un robo seguro...
Tenía la experiencia y el conocimiento necesario como para efectuar el golpe. Había estudiado a los inquilinos, las posibles entradas y las medidas de seguridad. En base a lo que sabía, se encontraba ante un robo sencillo, sobre todo en el piso que estaba en reformas. Fuera de día o de noche, allí no encontraría a nadie. Pero para asegurarse, decidió entrar de madrugada, cuando todos dormían.
Logró acceder al edificio de la comunidad gracias a una puerta vieja protegida por una cerradura que no le opuso resistencia alguna. Una vez dentro, confiaba en que su ropa oscura le hiciera pasar desapercibido ante cualquier cámara, que daba por sentado que estaría desfasada. Sus guantes no dejarían marca. En definitiva: iba a cometer el robo perfecto.
Su confianza se acrecentó más cuando llegó al cuarto piso, donde estaba su objetivo, sin mayores complicaciones. Forzó la cerradura, se introdujo en la vivienda y empezó a coger todo aquello que le parecía de valor. Joyas, dinero y alguna herramienta cara, en pocos minutos su bolsa estaba llena. El golpe iba tal y como esperaba, sin sobresaltos.
Los problemas empiezan
Satisfecho, salió de la casa en completo silencio. Caminó por el pasillo y bajó las escaleras como si fuera un fantasma. Sin embargo, cuando se dispuso a salir del portal, la puerta no se abrió. Se extrañó al principio y luego forcejeó para no conseguir nada. Trató de encontrar alguna cerradura sin éxito y en ese instante sintió escalofríos.
Se dio cuenta de que las escaleras le llevaron a la entrada que no era. Sin dudar, giró sobre sí mismo y se topó con una cámara. Era de pequeñas dimensiones y no la hubiera visto si no fuera por la tenue luz que llegaba desde el alumbrado público. Su pulso se aceleró sin que sus ojos se apartaran de aquel discreto y sutil equipo, tanto como él pensaba de sí mismo.
Decidió correr en busca de otra puerta, una que pudiera forzar. En su camino localizó tres cámaras más y el pánico se apoderó de su mente. Al fin y al cabo, era cuestión de tiempo que la policía hiciera acto de presencia. Le habían atrapado, a no ser que localizase otra entrada frágil.
Atrapado
Se encontró con varias puertas, pero ninguna de ellas parecía tener una cerradura. Al menos no una convencional. Su corazón latía con furia, tanta como la que sentía por el error cometido. Había evaluado mal las medidas de seguridad y estaba pagando el precio. Ni siquiera lograba forzar una ventana desde la que salir. Y tampoco quería romper un cristal, pues pensaba que tendría una alarma.
La desesperación se apoderó de él. Estaba atrapado e hiciera lo que hiciera lo capturarían antes o después. ¿Quién le aseguraba que la policía no estuviera de camino? Cuando ese pensamiento atravesó su mente, vio unas luces azules surgir. Ya no tenía opciones, así que decidió sentarse a esperar, resignado, su suerte.
El control de accesos frustra cualquier intento de robo
Con un buen control de accesos en comunidad, la seguridad en urbanizaciones aumenta de manera exponencial. Si diseñamos un sistema sólido, aunque un ladrón consiga entrar, no podrá salir. En Prevent te asesoramos para proteger a los vecinos de forma eficaz. Consúltanos y te contamos cómo lo hacemos.
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